
Tomado de Juventud Rebelde
El 24 de febrero de 1895 se inició la Guerra de Independencia contra el colonialismo español. Los objetivos de la contienda no fueron alcanzados, pues la intervención militar de Estados Unidos, en 1898, imposibilitó la culminación exitosa de tres años de combates, precedidos por otros tantos de paciente labor organizativa.
En la fecha que conmemoramos se cerró un ciclo del incasable quehacer de muchos hombres y mujeres, encabezados por José Martí. Pero no pensemos que la fundación del Partido Revolucionario Cubano, eficiente organización político-militar, fue obra de una inspiración momentánea o la feliz coincidencia, en un instante propicio, de múltiples voluntades anhelantes de un guía esperado, como si se tratara de un Mesías tropical. Quien interprete así los hechos desconoce la trayectoria martiana desde el inicio de la Guerra de los Diez Años hasta el 10 de abril de 1892.
En las primeras etapas de su angustiosa labor unitaria, que puede situarse en 1879, y aun con el reconocimiento de la capacidad organizativa y movilizadora de aquel joven vehemente por parte de los curtidos veteranos de la Década Gloriosa, Martí estuvo en minoría, sin que se admitieran más que sus cualidades de excelente orador y hombre honesto. Hubo un breve período, de 1884 a 1886, en que prefirió verse aislado de las actividades patrióticas ―prueba de su valentía personal y confianza en sí mismo―, antes que hacer dejación de sus convicciones acerca de lo imprescindible de utilizar nuevos métodos organizativos y de implementar un programa político que atrajera a las filas independentistas a las grandes mayorías, mediante una paciente labor de convencimiento.
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